Volver al Blog

Aprendiendo la autocompasión: Cómo la sobriedad silenció a mi crítico interno

Aquí hay otra cosa que noté después de estar sobrio por un tiempo, y honestamente me sorprendió. Uno de los cambios más grandes sucedió en mi cabeza: dejé de ser tan malditamente duro conmigo mismo (no completamente, pero notablemente).

La voz aguda que me seguía

Cuando bebía, incluso si no era "tanto", mi voz interior siempre se sentía aguda. Cada pequeño error se convertía en toda una narrativa sobre cómo debería haberlo hecho mejor, cómo la había cagado otra vez, cómo no estaba a la altura.

Me despertaba ya molesto conmigo mismo, como si hubiera fallado antes de que el día siquiera comenzara. La resaca no era solo física, era mental. Un bucle constante de arrepentimiento, autocrítica y esa sensación persistente de que debería estar haciendo más, siendo más, logrando más.

El cambio silencioso

La sobriedad quitó esa aspereza. No instantáneamente, pero silenciosamente. Noté que ya no me despertaba con esa autocrítica automática. No estaba repitiendo viejas conversaciones ni juzgándome por cosas normales de ser humano.

El cambio no fue dramático, no hubo un momento único en el que todo encajara. Fue gradual, como bajar el volumen a una estación de radio áspera hasta que un día me di cuenta de que ya no estaba sonando.

Comenzar desde cero en lugar de desde menos

Comencé a darme crédito por pequeñas victorias simples en lugar de tratarlas como nada. ¿Salí de la cama? Eso cuenta. ¿Respondí ese correo? Eso es progreso. ¿Tuve una conversación difícil y no me derrumbé? En realidad, eso está bastante bien.

Se siente como si finalmente hubiera dejado de comenzar cada día desde un número negativo. La línea base cambió. Me permito ser menos perfecto y brillante, y eso lleva a más acciones. Cuando no te estás criticando constantemente, en realidad te queda energía para hacer cosas.

Todavía aprendiendo, todavía humano

No me convertí repentinamente en un santo, y todavía me hablo mal a mí mismo a veces (es parte de mi personalidad, me dije). Pero el tono general cambió. Se volvió más suave.

Cuando la cago ahora, es solo algo que pasó, no evidencia de algún defecto fundamental. Puedo reconocer errores sin convertirlos en juicios de carácter. Eso es enorme.

El permiso para ser imperfecto

Uno de los regalos inesperados de la sobriedad ha sido aprender que no tengo que ser perfecto para tener valor. Puedo cometer errores, tener días malos, decir lo incorrecto, olvidar algo importante, y aún así estar bien. Aún así ser suficiente.

El alcohol hacía que todo se sintiera urgente y dramático. Cada pequeño contratiempo se sentía como prueba de que no estaba hecho para lo que fuera que estuviera intentando hacer. Sin esa interferencia química constante, puedo ver los contratiempos por lo que realmente son: temporales, arreglables y totalmente normales.

Convirtiéndome en mi propio mejor amigo

Es increíble cómo eliminar el alcohol no solo despejó mi mente, me hizo un mejor amigo de mí mismo. Me trato más como trataría a alguien que me importa: con paciencia, comprensión y el beneficio de la duda.

¿Le diría a un amigo que no vale nada por cometer un error? No. ¿Le diría que fracasó antes de que empezara el día? Absolutamente no. Entonces, ¿por qué me estaba diciendo estas cosas a mí mismo cada mañana cuando bebía?

El efecto dominó

Cuando eres más amable contigo mismo, todo lo demás se vuelve más fácil. Las conversaciones son menos estresantes porque no te estás cuestionando constantemente. Las decisiones se vuelven más claras porque no estás paralizado por el miedo a equivocarte. Las relaciones mejoran porque no estás proyectando tu autocrítica en los demás.

La autocompasión no es un concepto abstracto, es práctica. Es lo que te permite seguir adelante cuando las cosas se ponen difíciles. Es lo que te ayuda a aprender de los errores en lugar de ahogarte en ellos.

La base inesperada

No dejé de beber para volverme más autocompasivo. Dejé porque estaba cansado de las resacas y el tiempo desperdiciado y sentirme como basura. Pero en algún momento del camino, la sobriedad me dio espacio para ser más gentil conmigo mismo.

¿Y honestamente? Eso podría ser una de las cosas más valiosas que he ganado. No solo mañanas más productivas o mejor salud física, sino en realidad gustarme más a mí mismo. En realidad estar de mi propio lado por una vez.

"La sobriedad no solo despejó mi mente, me hizo un mejor amigo de mí mismo."

Si estás luchando con una dura autocrítica en la sobriedad temprana, debes saber que mejora. No perfecto, pero mejor. La voz se suaviza. La culpa se desvanece. Y un día te despiertas y te das cuenta de que ya no estás en guerra contigo mismo, en realidad estás en el mismo equipo.

Artículos relacionados que pueden ayudarte