159 Días, Recaída y Reinicio: La Cruda Verdad Sobre la Recuperación
159 días. Ese era mi récord personal. Cinco meses y una semana sin alcohol. Me sentía invencible, transformado, curado.
Y luego recaí.
Anoche bebí. No fue un sorbo accidental, no fue "por casualidad". Tomé la decisión consciente de comprar una botella de vino y bebérmela. Completa. Y esta mañana desperté con esa sensación familiar de vergüenza, decepción y malestar físico que no había experimentado en 159 días.
¿Qué pasó?
¿Honestamente? No hubo un desencadenante dramático. No hubo tragedia, no hubo crisis, no hubo "excusa". Era un miércoles normal. Terminé de trabajar, me sentí un poco inquieto, y mi cerebro ofreció la vieja solución: "¿Sabes qué ayudaría a relajarte?"
Hace 159 días habría desechado ese pensamiento. Habría salido a correr, llamado a un amigo, o simplemente habría esperado a que pasara la sensación. Pero anoche no lo hice. Cedí.
¿Y sabes qué? Fue horrible. No solo la resaca de esta mañana, aunque eso también apesta. Sino el acto mismo de beber. El primer sorbo fue repugnante. Mi cuerpo literalmente lo rechazaba. Pero continué, porque... ¿hábito? ¿Terquedad? ¿Autosabotaje?
La vergüenza es real, pero no me define
Esta mañana desperté queriendo esconderme. Eliminar este blog. Pretender que nunca pasó. Reiniciar el contador y empezar de nuevo como si los últimos 159 días no significaran nada.
Pero sí significaron. Significaron todo.
159 días cambiaron mi vida. Duermo mejor, pienso mejor, me siento mejor. Construí relaciones más fuertes. Descubrí nuevos pasatiempos. Me convertí en una mejor versión de mí mismo. Una noche de bebida no borra todo eso.
Una recaída no es un fracaso. Son datos. Es una lección. Es un recordatorio de que la recuperación no es un destino sino un viaje, y a veces en ese viaje tropezamos.
Lo que aprendí
La complacencia es peligrosa. En algún lugar alrededor del día 120, comencé a pensar que había "vencido" al alcohol. Que de alguna manera me había vuelto inmune al deseo de beber. Ese pensamiento fue un error. La adicción no desaparece solo porque no hayas bebido durante unos meses.
El aburrimiento es un desencadenante. No el estrés, no la tristeza, no la ira. El aburrimiento ordinario y cotidiano. Eso es algo en lo que necesito trabajar. Necesito mejores estrategias para esos momentos cuando la vida se siente plana y busco estimulación.
El progreso no es lineal. Pensaba en la sobriedad como una línea recta: cada día construyendo sobre el anterior. Pero es más como una espiral. A veces subes, a veces bajas, pero la dirección general sigue siendo hacia arriba.
Empezando de nuevo (pero no desde cero)
Hoy es el día 1. Otra vez. Pero no es el mismo día 1 que fue hace 160 días. No soy la misma persona. Tengo herramientas que no tenía entonces. Tengo experiencia, conocimiento, un sistema de apoyo.
Sé lo que funciona: correr por las mañanas, meditación, escribir en un diario, conectar con la comunidad sobria. Conozco mis desencadenantes: aburrimiento, complacencia, aislamiento. Y ahora tengo un recordatorio fresco de por qué elijo la sobriedad.
Porque la vida es mejor sin alcohol. Mucho mejor. La noche de ayer fue un recordatorio vívido de eso.
Para todos los que luchan
Si estás leyendo esto y luchando con la adicción, sabe esto: las recaídas pasan. No te hacen débil. No borran tu progreso. No significan que seas un fracaso.
Significan que eres humano.
Lo más importante es lo que haces después de una recaída. Puedes usarla como excusa para rendirte, o como combustible para volver más fuerte. Yo elijo lo segundo.
Si tú también has recaído, no te escondas. No te avergüences. Aprende. Crece. Empieza de nuevo. Estamos en esto juntos.
Día 1, intento 2. Vamos.